FUEGO

Estaba nerviosa. 

Temblaba y me fue evidente, pero nadie más que yo lo notó. Alrededor las voces se alzaban ruidosas a pesar de los barbijos. No nos veíamos hacía meses y de golpe coincidíamos en aquél lugar. Por esas casualidades (casualidades?) nos encontramos en el hall del caserón antiguo donde íbamos a una charla, para pocos, acerca de comunicación y política. 

La espalda se me tensó, y se me puso la piel de gallina. Estaba encorvada y me incorporé, las piernas tiesas. La imagen que se me venía a la cabeza no era precisamente la de aquel día en que nos separamos y yo me quedé llorando en esa habitación. Quizás hubiera sido mejor recordar eso, y no evocar lo otro. Siempre había tenido esos brazos fuertes, y yo me sentía protegida y atrapada a la vez. Le notaba la curva a través de la camisa y agradecía que estuviera a unos metros de mí, solo para que no sintiera como el aire se entrecortaba entre mis labios. 

Él advirtió mi turbación y rápidamente se acercó, tratando tal vez de resolver con un saludo lo que no se había podido resolver en meses de idas y vueltas. Siempre adivinaba lo que se me pasaba por la cabeza y hoy no era excepción . Dios ese temblor en (entre) mis piernas. 

Con el acercamiento, los saludos y la pregunta de rigor. Que cómo estás, que qué has estado haciendo, que yo sigo laburando en el mismo lugar, que estoy dirigiendo un equipo de comunicación, qué lindo, interesante, contá conmigo si lo necesitás. 

Él no lo notó, claro, pero debajo del barbijo me estaba mordiendo el labio inferior. A él lo calentaba y a mí me volvía loca porque me salía sin querer. De nuevo el recuerdo de la ropa desparramada en el piso y le tuve que apartar la mirada porque esta vez juro que se dio cuenta de lo que me pasaba por la cabeza. 

Las manos me sudaban, e instintivamente me las pasé por la cintura. Él miró el escote, como no hacerlo, si de algo me había dotado el señor en su inmensa sabiduría era de un par de tetas que no pasaban desapercibidas. Casi le podía escuchar la respiración entrecortada cuando me ofreció que nos sentáramos juntos. Me moví y a propósito, bien a propósito, le rocé la pierna con la mía. No sos el único que puede jugar así. 

En la punta de los dedos casi que podía sentir su pelo cuando hundía la cabeza en mi pecho, la piel de la nuca, el sudor. Odiaba esa vulnerabilidad que me provocaba. Me había roto el corazón el hijo de puta pero me había dejado marcada la piel y de esas marcas uno no se zafa con facilidad. Es como fuego, como cuando se marca a los animales en el campo, así de brutal y definitivo. 

Me revolvía sobre la silla y apretaba las piernas como si fuera a romperlas, no pudiendo dejar de recordar todas las veces que me había desnudado a las apuradas porque estaba completamente entregada a que este hombre hiciera de mí lo que quisiera. 

Él decidía siempre. Yo era simple espectadora y luego ya más decidida, la más entusiasta colaboradora de todo lo que hacíamos, y me gustaba, aunque sabía que quizás para otros estuviera mal o me juzgaran. Después de todo yo era solamente una pendeja de 20 años y él un tipo en pareja. No había podido evitar enamorarme. Enamorarme bien hasta el cuello de un tipo que en un primer momento me había rechazado. Y yo insistí, porque siempre fui tozuda, siempre terca. Necesitaba besarlo, sentirlo, acariciarlo. Sentirme dueña aunque sea por un rato de alguien que ya tenía a otra persona en su vida.

Las primeras veces me dejaban con un subidón de adrenalina enorme. Nos encontrábamos en mi departamentito lleno de libros por todas partes, y desde que lo recibía en el ascensor hasta llegar a la puerta nos manoseábamos sin cesar. Pasábamos dos o tres horas ahí adentro, hasta que no quedaba en el ambiente más que vidrios empañados, sábanas empapadas por el piso mezcladas con la ropa. Se metía en mí como nadie nunca, yo no tenía casi nada de experiencia más que con un ex novio de la secundaria y estaba absolutamente fascinada. Saliva. Sudor. Semen. Todo con él me gustaba. 

Adoraba la sensación de sus dedos metiéndose por todos lados, su lengua que jugaba con cada rincón de mi cuerpo. Mis tetas inertes se convertían en otra cosa cuando las tocaba, me humedecía entera con su mano paseando por mi ombligo. No me avergonzaba para nada y creo que desde ese momento le perdí el miedo a toda expresión de deseo, pero era solo con él, era solo por él. 

Me gustaba que se tocara mirándome, me gustaba tocarme mirándolo. Me hacía sentir poderosa, una fuerza que me nacía de las entrañas, nueva y distinta, me movilizaba. Me sentía deseada en toda la extensión de la palabra. El olor de los preservativos lo tenía fijado en la nariz por horas, el ruido del paquete rompiéndose era uno de mis sonidos favoritos. Estaba completamente enloquecida y no temía expresarlo, hasta yo me desconocía. 

Él después se iba y yo me sentía vacía y culpable. ¿Cómo podía hacerle eso a otra mujer y hacérmelo a mí, qué clase de mujer era? Aprendí a no juzgarme tan duramente porque eso ya lo harían los demás si lo supieran. No tenía ganas tampoco de entretenerme con juicios morales e imposiciones. 

Me sobresalto porque me habla al oído. Me hace sonreír bajo el barbijo lila. "No voy a irme con vos, no voy a hacerme esto ahora" pienso, pero respondo "sí, vamos" porque desde que lo vi hace una hora escasa en lo único que pienso es en que necesito que me coja. 

Me muevo como autómata. 

Subimos a su auto, comienzo a ajustarme el cinturón y no llego a hacerlo porque me pone la mano en el hombro, me saca el barbijo y me besa, su lengua, toda en mi boca, y me relajo, y hago lo que siento que debo, aunque no deba.

Mete sus dedos entre mi pelo suelto, y presiona un  poco sobre la base de mi cabeza para hundir su boca en mi cuello. "Nunca pude despegarme de vos" me susurra suavecito en el oído. Y yo lo miro nomás, los ojos nubladísimos de deseo, el labio inferior mordido y suave. No alcanzamos a salir del estacionamiento que yo ya tengo en la mano la llave del departamento, aquél lleno de libros por todas partes...


https://youtu.be/SV7io9h_u1s (We don't even have to say goodbye...)


 

Comentarios

  1. ¡Hola!
    Me encantó el relato.
    Puedo ver con perfección cada una de las acciones que describís y los sentimientos se perciben con facilidad.

    ¡Un saludo!

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  2. Perfecto! Sin desperdicio...
    Me gustó!

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  3. Excelente relato y descripción real recuerdos de mi juventud

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    1. Gracias Susana por tomarte el tiempo para leer y dejar tu comentario! Lo valoro muchísimo!

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  4. me encantó esa sensualidad y la sensación de entrega...

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    1. Muchas gracias por tomarte el tiempo para leer y comentar. Es tan valioso para mí!

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  5. Muy bueno, ya lo recomendé. Éxitos

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  6. Muy bueno, ya lo recomendé. Éxitos

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  7. Ese fuego está guardado por los dos. Muy bien contado!

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  8. Buenísimo, se nota tanto amor 💘 Excelente te felicito!

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  9. Muy bueno, Male! Buscaré más relatos tuyos. Y ya que estamos te invito a visitar mi blog "Palabragonica" en blogspot.

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  10. Soy nuevo por acá. Muy bueno el txt, me gustaron mucho las descripciones, mucho pequeño detalle que dice mucho de cada personaje.

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  11. Maravilloso relato que se puede ver y sentir... qué tremenda sensación de empoderamiento el saberse deseada cuando también se desea, qué situación levanta egos tan increíble y tan peligrosa a la vez estar con alguien con quien no se debería, ser el objeto de deseo, contra toda convicción feminista!! Somos esto también.

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  12. Hermoso y erótico relato.
    No soy una anónima, Mariana Ricucci, de Córdoba capital, te felicito!!! Te sigo leyendo y comparto con mi gente 💪

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  13. Hola Male, una de mis primeras amigas del tuiter hoy vi tu blog y me dispuse a leer. Acabo dr leer tu primer relato " me entusiasmó ", vívido, real, descriptivo...sentí e imaginé. Leeré otros...un beso y gracias por compartir

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  14. Excitante relato. Eduardo Adolfo Pereyra. Supongo que el tema "Feel it" de Michele Morrone; es la banda de sonido de FUEGO.

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  15. Me encantó, me transportó. Muy bueno Male!

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  16. Hola hermoso relato que me llevo a recordar una relación muy parecida que tuve, me parece escuchar a mi amante en tus palabras, gracias saludos

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